«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». Este aforismo del filósofo Ludwig Wittgenstein guarda una gran verdad. Con nuestras formas de expresión no solo decimos cosas, sino que nos relacionamos con el mundo y con los demás. Con el lenguaje hacemos cosas: alabamos, insultamos, rezamos, apostamos, herimos. Nuestro lenguaje nos relaciona con el mundo. Nuestras palabras están vivas no porque las palabras signifiquen mágicamente algo por ellas mismas, sino porque con ellas vivimos. Son una cuestión moral. Por eso es decisivo cuidar no solo qué decimos, sino cómo lo decimos”.
Copio este texto del profesor Jaime Nubiola, Catedrático de Filosofía de la Universidad de Navarra porque dice en pocas frases, muchas verdades.
Seguimos hablando mal, muy mal.
Últimamente detecto un problema importante en la comunicación verbal de las personas. No de las personas en general: de las licenciadas, masterizadas, con doctorados, y mil reconocimientos más. Observo además una falta de interés en el esfuerzo personal para hacerse entender, no terminando las frases y haciendo que nuestro discurso sea poco claro.
También un déficit de cuidado en la elección de las palabras.
Usamos la misma palabra para comunicar conceptos diferentes, y para más “inri”, añadiendo “tú ya me entiendes”, para así salir del paso y evitar un mayor esfuerzo intelectual. (Pues no, no te entiendo: para eso, para entenderte, debería imaginarme todas las opciones conceptuales que me llevarían a ello. Eso lleva tiempo y esfuerzo, el esfuerzo que deberías hacer tu).
Está claro que debemos reeducar nuestro vocabulario, hacerlo más rico.
Allí van unas pautas que pueden servirte para empezar este camino.
- Elige palabras concretas para un significado concreto.
- Formula las frases en positivo: Si digo: (antes de verlo) “¿No hay fruta? Doy por descontado que no la hay. Si en cambio digo: ¿Hay fruta? Parece que deje abierta esa posibilidad.
- Termina las frases. Si las dejas por la mitad, creas incomprensiones y dudas. Nadie nos lee la mente.
El efecto de un dialogo en positivo también tiene consecuencias extraordinarias en los demás. He comprobado que:
- Damos una mejor imagen de nosotros mismos
- Se nos acercan más personas positivas
- Crece la admiración hacia nosotros
- Mejora nuestro bienestar y el de otros
- Creamos un modelo a seguir
¿Necesitas más razones para emprender este cambio?