Saber decir “que no” es todo un arte.
En épocas de alta velocidad como esta, significa no ser eficiente, no poder con todo, no saber llegar a los objetivos propuestos, en una palabra, ser frágil y por lo tanto poco digno.
El miedo al rechazo, al aislamiento, a la incomprensión, también son la causa de no decir “no” cuando deberíamos hacerlo.
Decir “que no” es una de las habilidades más difíciles de dominar, porque en nuestra cultura el decir siempre “sí” es sinónimo de responsabilidad y brillantez personal.
Pero decir siempre “sí” puede llevar a una carga excesiva de responsabilidades y expectativas que crecen y crecen…hasta topar con nuestros límites.
Cuando superamos nuestros límites, nos encontramos fuera de la zona de bienestar. Estar fuera de la zona de bienestar no es malo en el corto plazo, pero en el largo desencadena una serie de transformaciones de nuestro cuerpo, con frecuencia poco saludables.
Decía aquel:
El espíritu no conoce límites, el cuerpo sí. La mente puede volar más allá de nuestras capacidades o herramientas, puede conseguir satisfacer nuestros sueños mas ambiciosos, pero el cuerpo nos pone con los pies en el suelo.
Escucha tu cuerpo. ¿Cómo has reaccionado hasta ahora cuando te has topado con tus límites?
Debemos concedernos tiempo para aprender a escuchar nuestro cuerpo. El cuerpo no es tan rápido como la mente. A lo largo de mucho tiempo ha sido ignorado, muchas veces maltratado. La percepción del cuerpo requiere tiempo y paciencia. El cuerpo posee una modalidad propia de percepción, ha llegado el momento de reconocerla y darle la importancia que tiene. No tiene lenguaje verbal, por lo tanto, debes ponerte en escucha activa.
Reflexiona: ¿Cuándo superas tus límites, ¿qué siente tu estomago? ¿Y tu cuello? ¿Tu pecho?: Quizás ¿Malestar? ¿Tensión? ¿Dolor?
¿Cómo te sentirías ahora si bajaras el nivel de acción para alejarte de esa barrera de malestar, tensión, dolor?….Mejor, ¿verdad?
Entrena tu equilibrio entre acción y límites.
¿Te comprometes para el próximo año?
¡FELIZ ENTRADA EN EL 2024!
